Hola Nico
El sábado fui como siempre a nuestro encuentro de cada quince días. Te vi llegar a lo lejos y me apuré para evitar el momento incómodo de subir los tres por el elevador pero tu hiciste lo posible por alcanzarme. Empezamos con el pie derecho!. Te vi contento con tus guantes y tus tacos de futbol, viéndome a los ojos, pidiendo a gritos que te volteara a ver. Te abracé y te dije que te extrañé mucho… subimos con mamá en el elevador y después de esperar unos minutitos que se me hicieron eternos, por fin salimos. Me contaste que esos regalos eran porque habías sacado buenas calificaciones en la escuela y que mamá te había dado tus regalos: unos tacos de fut y unos guantes de portero. Me llené de emoción de saber que estas bien, que tus preocupaciones son esas y no otras. Quise aplaudir tu esfuerzo con un regalo también.
Lo primero que me dijiste es que había ido contigo Tito, que estaba en un lugar por ahí cerca y que me podías llevar con él. No sabía que decir, seguro que no quería ir a ver a tu abuelito pero tampoco quería hacerte sentir incómodo, así que insistí en que te merecías un balón de futbol y fuimos por él. Entramos al Sears y de ahí esta foto desde el 6o piso en la que se ve el Palacio hirviendo de gente…
Pasamos un rato largo viendo los balones, querías llevarte dos y yo te dije que solo uno. De verdad me cuesta trabajo poner límites en esto pues siento que tu cabecita se conflictua, pero me mantendré en la línea de compartir las experiencias antes que llenarte de regalos. Al final llevamos una caja que traía una de fut, una de basquet y una de americano… No eran profesionales pero se prenden de noche y para un niño de 7 años, es mejor una pelota suave que una profesional… pensé…
En fin, la pagamos y bajamos a la plancha de la Alameda Central. No veías la hora de empezar a jugar, sacaste la pelota de fut y nos fuimos pateándola por el pasillo de la Alameda. El pasillo que escogimos estaba repleto de gente así que emigramos a otro menos concurrido… Jugamos casi dos horas sin parar en una portería improvisada con la caja de las pelotas y mi morral. Nos llovió un poquito pero ninguno de los dos dijo nada. Segimos a pesar de la gente, la lluvia y mi dolor de espalda. Te encantaba la idea de aventarte por la pelota, así que me encargaba de patearla lo suficientemente lejos para que pudieras revolcarte por el piso. Cuando la pelota se internaba en las plantas dudabas en acercarte, hay algo con las arañas y las abejas que un día resolveremos juntos pero al final del día, entrabas y salías por las pelotas como si nada.
Diez minutos antes de terminar nuestro encuentro iniciamos la retirada, cansados pero contentos, sudando como cuando jugábamos en la sala de la casa de Acacias… Atravesamos la calle y nos inventamos cualquier escusa para no subir. Rescatamos como cuatro veces una botella de 7up de la fuente del Juzgado. Te regalé una combi de colección para que te fueras imaginando la nuestra.. te conté y te mostré fotos de como iba la nuestra. Sabíamos que se nos había terminado el tiempo pero no queríamos dejarnos. Subimos por las escaleras dejando pedazos de tierra que salía de tus tacos y llegamos con mamá. Todo fue muy rápido… Te fuiste y lloré, te vi alejarte por el mismo lugar por donde te vi llegar, seguro verías a Tito y harían todo lo posible por hacerte olvidar rápido ese rato que pasamos juntos, se que minimizarían nuestras dos horas de juego y harían desaparecer suavemente la combi y los balones. Lloré porque te veo feliz, porque te sentí cerca otra vez, porque tu das pasitos hermosos hacia mi y porque te tengo que soltar a solo dos horas de recibirte con toda la emoción de mi vida.
En fin, la pagamos y bajamos a la plancha de la Alameda Central. No veías la hora de empezar a jugar, sacaste la pelota de fut y nos fuimos pateándola por el pasillo de la Alameda. El pasillo que escogimos estaba repleto de gente así que emigramos a otro menos concurrido… Jugamos casi dos horas sin parar en una portería improvisada con la caja de las pelotas y mi morral. Nos llovió un poquito pero ninguno de los dos dijo nada. Segimos a pesar de la gente, la lluvia y mi dolor de espalda. Te encantaba la idea de aventarte por la pelota, así que me encargaba de patearla lo suficientemente lejos para que pudieras revolcarte por el piso. Cuando la pelota se internaba en las plantas dudabas en acercarte, hay algo con las arañas y las abejas que un día resolveremos juntos pero al final del día, entrabas y salías por las pelotas como si nada.
Diez minutos antes de terminar nuestro encuentro iniciamos la retirada, cansados pero contentos, sudando como cuando jugábamos en la sala de la casa de Acacias… Atravesamos la calle y nos inventamos cualquier escusa para no subir. Rescatamos como cuatro veces una botella de 7up de la fuente del Juzgado. Te regalé una combi de colección para que te fueras imaginando la nuestra.. te conté y te mostré fotos de como iba la nuestra. Sabíamos que se nos había terminado el tiempo pero no queríamos dejarnos. Subimos por las escaleras dejando pedazos de tierra que salía de tus tacos y llegamos con mamá. Todo fue muy rápido… Te fuiste y lloré, te vi alejarte por el mismo lugar por donde te vi llegar, seguro verías a Tito y harían todo lo posible por hacerte olvidar rápido ese rato que pasamos juntos, se que minimizarían nuestras dos horas de juego y harían desaparecer suavemente la combi y los balones. Lloré porque te veo feliz, porque te sentí cerca otra vez, porque tu das pasitos hermosos hacia mi y porque te tengo que soltar a solo dos horas de recibirte con toda la emoción de mi vida.
Caminé sin rumbo, y me encontré con vestigios de nuestro encuentro de hace un mes. Aun perdura nuestra N, aun se respira un poquito de nosotros en esa esquina.
Te quiere y te extraña
A. Salomón
octubre 05, 2014