decomosesiente

No podía irme a dormir sin contarte como se siente… hablo de lo que ha pasado esta semana, de la Miss Ofelia, de la respuesta de la DAPTJ, de esta sensación de caminar en arena movediza desde hace 4 años. Es un sentimiento tan especial que no se bien con que otra cosa en el universo se parece. Si es cierto que las arenas movedizas lo caricaturizan muy bien, pero en realidad como se siente… como te puedo dejar esa sensación impregnada en mis palabras? 
Uno construye dentro de su mente, con las posibilidades que hay en la realidad, uno apunta hacia arriba, hacia el cielo, uno construye desafiando la gravedad -lease literalmente- de las cosas y es evidente que en un sistema tan mediocre, plagado de corrupción, de miseria, de sin sentido… los pequeños anhelos se vienen abajo muy fácilmente. 
Hoy Angri se molestaba con nuestra dependencia mesiánica a que alguien allá arriba, en las esferas de poder nos salve de esta tragedia. Al igual que otras muchas cosas que no veo, ésta me sorprendió al explotar en mis narices… uno no ve cosas que son tan evidentes para los ojos de quienes miran de afuera. Angri nos decía que nuestro pecado es parecer transparentes, muy al estilo de la gente en mi país, que no se manifiesta, que no se pronuncia, que prefiere el silencio que solo lo convierte en cómplice de su maleficio. 
Me pregunto si en realidad alguna vez te volveré a ver… si de verdad solo te pude tener los primeros 6 años de tu vida, si de verdad debo estar arrepentido toda la mía por no haber pasado más tiempo despierto a tu lado, por no haber jugado unos minutos más, por no haber dormido unos minutos menos. Quien quita y mi dolor es el pago por tantos años de crédito que la vida me dió y que no pagué, ese préstamo que recibí para poder solventar mi incapacidad de madurar. 
Hoy jugué mucho con Arí, nos aventábamos en la cama y jugábamos a KungFuPanda… pero todo el tiempo estaba ese agujero en el estomago. Si me hubiera podido asomar por aquel hoyo habría ido a dar al corazón o tal vez los lacrimales del alma. Cuando uno juega con un hijo mientras tiene al otro perdido, la vida se siente con la profundidad de una cartulina. Uno puede sentir donde termina su mundo, porque la huella que ha dejado el hijo que ya no está, lo abarca todo, la vida se filtra por entre los agujeros que ha dejado la cicatriz que nunca cierra. Cuando abrazas al hijo vivo la memoria se amotina y la piel confunde deliberádadmente las sensaciones. Uno tiene que guerrear con la mente, con los impulsos que vienen por borbotones para que ninguno de ellos te engañe. Uno tiene miedo de estropear los recuerdos viejos con los nuevos, de cuidar que los viejos no se desmoronen con la alegría de los nuevos. Uno debe sonreir en el presente con sonrisas que se sienten de añejas, que huelen a otras calles, otros muebles, otras marcas. Las caricias que uno recibe van despertando poros de la piel que guardan residuos de otras que alguna vez juré no olvidar. Uno termina por no llorar más porque las lágrimas solo disuelven los cristales donde se guardaron las imágenes de esos seis años que ya no volverán. Cuando lloras, la vida de hoy se tiñe de refracciones de antes, uno ve en los ojos de uno los del otro, uno pronuncia las palabras que le diría al otro, en el tono. Solo su voz, su carácter, su intensidad por vivir esta vida lo acomoda todo… y entonces me doy cuenta que apenas empezamos a jugar KungFuPanda Papá!!!
Con todo mi amor para Arí y Nico. 

A. Salomón
 marzo 09, 2017

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