No quisiste salir conmigo. Te lo pedí yo, te lo pidió el trabajador social y no soltabas a tu mamá del cuello. Desde que entré en el CC, me miraste de reojo y sentí una mirada rencorosa y molesta, muy parecida a la de la semana anterior. Esta vez no hubo forma de separarte de mamá. A ella también le pidieron que nos ayudara a que te dejara ir pero ella argumento cualquier cosa para no pedirte que fueras conmigo. Después de 10 minutos de intentarlo me dijeron que no habría visita. Te regalé unos frijoles saltarines y tu carita se lleno de luz por unos segundos. Luego, al mostrárselos a mamá, volviste a tu estado de miedo y enojo.
Esa mañana había encontrado una bici para ti. La lavé, la engrasé y la dejé flamante para nuestra cita. Ese sería mi regalo de tu cumpleaños, así que se subí al taxi emocionado y al llegar al CC, la amarré al poste de las bicis. Imaginé que ese día te enseñaría a andar con una sola llantita y que la siguiente vez, lo haríamos sin llantitas y antes de terminar el año podríamos pasar nuestras dos horas en bici por todo el centro… No contaba con esto.
Ni siquiera se me ocurrió mostrarte las fotos de tu bici, que había hecho para prepararte para la sorpresa. Pedí hablar con la subdirectora y le pedí que hicieran un reporte riguroso y detallado. Estaba frustradísimo pero en control. Salí por tu bici y me regrese mal a casa. Duró como antes, casi tres días, sintiendo un fuerte deseo de confrontación.
A. Salomón
noviembre 15, 2014